Hace unos diez años entré por primera vez en contacto con Conarte y encontré una organización que no tiene igual en todo el país. Lo que la hace diferente es una idea bastante sencilla: establecer un modelo en una institución gubernamental que permita la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones.

Y como cualquier organización democrática que da entrada a la opinión de un gran número de personas, a veces parecería que vive en el caos de Babel, cada quien habla su propio idioma.

Este se ha convertido en el principal argumento de sus detractores, pero sin embargo considero que es al contrario. Es esta variedad de puntos de vista lo que le ha dado su riqueza.

 La cultura y el arte en Nuevo León pueden dividirse en dos tiempos: antes y después de Conarte. La manera en que se multiplicaron las actividades tanto relacionadas con la creación como con la promoción cultural y artística creció de manera exponencial a partir de Conarte. Por una parte, los recursos se canalizan de una manera más democrática. Por otra, los mismos creadores y promotores a través de su participación directa multiplican las áreas de interés y destino.

 Es así como Conarte, en conjunto con la comunidad artística, ha promovido un amplio rango de programas: ópera y música sinfónica de primera nivel, festivales internacionales en todas las disciplinas artísticas, talleres de cultura popular en zonas marginales urbanas, programas en municipios y promoción de actividades artísticas infantiles que incluyen a municipios y escuelas del área metropolitana de Monterrey.

 No es una relación sencilla, pero la participación de los artistas en la toma de decisiones es posible y es una realidad. El resultado es una disminución del favoritismo, difícil de exterminar en nuestro país, pero reducido si los artistas organizados así lo deciden.

 Por supuesto que se dan intereses políticos, después de todo hablamos de una institución encargada de política cultural, pero la unilateralidad y verticalidad se ven reducidos en la medida en que los creadores y promotores toman con seriedad su papel y están presentes en la toma de decisiones.

 Nos encontramos al final del sexenio y como siempre, el cambio de cabeza a nivel gubernamental significa un nuevo cuestionamiento hacia el papel de esta institución. Por supuesto que para algunos políticos el esquema Conarte es una piedra en el zapato, y para quienes participamos en la vida cultural y artística del estado es una institución que puede mejorar su funcionamiento.

 Sin duda debe irse modificando conforme a los requerimientos de la ciudadanía, pero en el sentido de ser más incluyente y más clara en sus políticas culturales, no dando pasos hacia atrás y cerrando la participación de la comunidad.

 Somos un país con una fuerte cultura hacia las decisiones verticales, el autoritarismo y el favoritismo. Conarte presenta una opción que se aleja de este modelo. Responder a las dificultades que puede representar trabajar bajo esta opción retrocediendo y aceptando la inevitabilidad de nuestra política de amiguismos es afirmar que no tenemos la inteligencia o capacidad de trabajar de una manera transparente y por el bien común.

 Sigo creyendo en la madurez de todos quienes durante años hemos cuestionado la corrupción de nuestro sistema y confiamos en la capacidad de trabajar y llegar a acuerdos a partir de diferentes puntos de vista. Es lo que distingue a Conarte sobre cualquier otra institución cultural en el país y es lo que ha llevado a Nuevo León a un nivel, en cuanto a calidad y cantidad de actividades y programas culturales y artísticos, que no se había experimentado nunca antes en nuestro estado.

 

Marzo de 2009.

 

(Imagen tomada de Internet / Derechos reservados por el autor)

 

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