EPICENTRO / Arnoldo Diaz

 

El Gargas es más que un espacio, incluso es más que una casa, es un epicentro. De manera directa o no, el Gargas es tanto el inicio como el fin de una cantidad innumerable de proyectos. Si habláramos de artistas vanguardistas en Monterrey encontraríamos que la mayoría se han presentado en este lugar, además cuando se habla de artistas en este lugar se extiende la palabra hasta sus últimas consecuencias.

Los géneros musicales no existen en el Gargas, la separación entre productor-consumidor tampoco, pues es bastante común llegar en actitud de ser uno para terminar convirtiéndose en el otro. Pero no podemos detenernos en el arte. El debate y la exposición de las causas políticas más radicales pueden encontrarse también aquí. Expertos, estudiantes y zapatistas se han encontrado entre los antiguos muros de su patio, siempre acompañados de una buena cerveza y una buena comida.

Veinte años se dicen fácil, pero claramente no es cualquier cosa nacer en una ciudad donde “la cultura” se administra desde arriba, desde los gustos de las élites o desde el desinterés del gobierno. Nada fácil fue sobrevivir a una guerra y todo un reto ha sido sobrevivir a la pandemia. Pero Gargantúa sigue ahí, gigante, imponente y con litros y litros de alcohol corriendo entre sus venas… Rabelais estaría orgulloso.


 GARGANTÚA / María Belmonte

 

Espacio de expresión, es lo que define al sitio a 20 años de vida en la esfera cultural en Monterrey. Una zona de diversidad donde gravitan astros, estrellas, satélites y cometas en maravilloso flujo. “Magnitud, que contiene todos los cuerpos que existen al mismo tiempo y en la que se miden esos cuerpos y la separación de ellos”. Molinar lo apunta de esta manera en su tesauro.

La posibilidad de pensar, sentir y desear se manifiesta en forma extrema en el lugar, moviéndose de lo sensato, a lo imprudente o loco. Un recorrido íntimo o inconsciente hacia el Otro en la búsqueda de armonía contra el ruido, aunque a veces resulte lo contrario. Todo va en apuesta a lo exterior, la exposición, la idea, el hallazgo creativo es interés del diálogo.

Lo horrible y la bondad se reúne en Gargantúa Espacio Cultural, un recipiente plural y lúdico de convicciones y desparpajo; le anhelo en este aniversario continúe sus afanes, junto a charlas copiosas de proyectos, risas, encuentros y mucha música.

 

“¡A beber! ¡A beber! ¡A beber!” Fue la demanda del naciente gigantón a mitad del siglo XV.

Y sigue y sigue. ¡Salud, Rabelais!

 


ABADÍA GARGAS / José Jaime Ruiz

 

Supe del Arkali por vecindad, de La Pirámide por complicidad. De Gargas por necesidad. Yo, silueta en un mundo extraño, ahí Belmonte, Xavier, Santiago, Aldo, Anuar y la bellísima estridencia de una familia no “familiar”.

Habitar los nombres es deshabitar los nombrables. Y, sin embargo: Durán, Veloquio, un Pite alejado de la mano masturbatoria de Dios, la intensa gastronomía de Uviña, Meléndez, nuestro poeta.

Mi gárgara poética es Gargas, también.

Mis novias putas y mis novias vírgenes han sido Gargas. En la estridencia de la barra, alguna vez, fui feliz. Nada sabía. El soliloquio de la baba fue canto. Insomne, describí el infinito sin un ocho.

Rabelais inventó a Marx, Bakunin y Fourier, su Abadía es increíble. Le debemos a ese sustantivo reverencia. Ustedes, Gargas, son increíbles. Mi Abadía de Thélème: “Ais ce que tu voudras”.

En la querencia, digamos, todo es evidencia. Abadía sí. Insólita, irreverente.


GARGANTÚA, LA SEDE / Carmen Avendaño

 

Cuántas veces he atravesado esa cortina de bambú, como de casa del exilio, es decir casa de refugio, de los 80. Antes, cuando era un pasillo desnudo, sin el letrero oval sobre el dintel. Cuando era una casa. La casa de Xavier que significa Casa nueva. Recuerdo haber sido citada a algo misterioso: juntarnos. Una sillas arrimadas unas a otras. Unas cervezas. Una conversación. Eso era y sigue siendo. Nada menos.

Mucha cerveza ha corrido desde entonces. Los espacios se multiplicaron por sí mismos: el gran patio de atrás tan capital y protagónico, una belleza de piedra bajo el cielo -ahí escuché leer la última vez de Saúl Ibargoyen y la primera de Jesús de la Garza. La sala de espera junto a los baños siempre populares, amplios. La sala delantera, la más próxima a la calle, la más oculta. La sala media, la más frecuentada. Y la sala angosta frente a la barra, la más cargada de historia. Hablo de este lugar que no visito desde hace un año y medio para que se sepa que lo conozco bien, y me conoce.

Gargantua abrió seis meses antes que El Árbol, que tuve en Isaac Garza por dos años, y que alcanzó a conbeber con La Pirámide, a la vuelta. Porque sé lo que es abrir y cerrar un espacio, valoro su persistencia.

Hay bares que abren dos años, y son buenos. Hay bares que abre muchos años y son mejores. Hay bares que abren veinte años -toda una vida: pero ya si es un bar que no lo mueve solo la costumbre, el negocio, sino la música, la comida, que abre el micrófono: esos son los imprescindibles.

A la salud de la sede de la sed que no cede!


GARGAS / Francisco Lugo

 

Yo llegue el 2007 después de un viaje fuera del país que duró más de siete años, había en la ciudad una constelación de bares en donde fácilmente se podían trazar circuitos de gente que transitaba del barrio a bares de Madero, Colon, Villagrán y puntos fuera de ese triangulo sin aristas. Uno de esos puntos era el Café Brazil, la pirámide y el Gargantuas. Los dos primeros perecieron en la crisis que impuso la delincuencia organizada regando con sangre y miedo las calles: el Sabino Gordo, la balacera del Café Iguanas, la balacera del Internacional, son solo algunos ejemplos. El Gargantuas cómo algunos otros bares se sostuvieron.

Dice Perec, “Me gustaría que existieran lugares estables, inmóviles, intangibles, intocables o casi intocables, inmuebles enraizados, lugares que sean referentes, puntos de partida, orígenes”. Me gustaría que el Gargas fuera eso, pero no lo es, uno de los parroquianos en la barra de este bar me dijo que siempre que quiere recordar un espacio observa el suelo porque el suelo cambia poco, me dijo, de modo que para pensar que el Gargas no cambia, tengo una fotografía mental de sus mosaicos.

Hablar del espacio es pensar en las cosas, algún idealista podría argumentar que sin personas que piensen el espacio, el espacio no es. Tal ves una solución sea que hay personas que aparecen como espacio y otras más bien son como cosas. Yo, como visitante del Gargas, prefiero ser más cosa, algo que llega después del trabajo y se sienta a hacer nada junto a una cerveza, hay gente que mas bien llega a interactuar y produce espacio. En ese mismo orden se puede hablar de quienes atienden o han atendido ahí, siempre están en pares, uno cosa otro espacio, uno adorable otro odioso y los odiosos siempre esta de lado de la cosa, por ejemplo: María/adorable-Aldo/Odioso; Luisa/adorable-Pancho Serrano/odioso; Vanesa/Adorable-Roberto/Odioso; Jorge, aunque muchos lo amábamos, era odioso, hay que decirlo. Se que olvido a mucho otros jóvenes que transitaron por el sitio de modo que junto con Leo y a Lupe, los pondré en la categoría de adorables.

El periodo que más disfruté en el Gargas fue durante el pasaje por ahí de Betty, Pancho Serrano y Luisa. Era más que divertido, Luisa era una biblioteca podías hablar de literatura toda la noche, Betty trataba siempre mal a quien de entrada le parecía molesto y Pancho era Pancho y al mismo tiempo una relación estrictamente comercial. La actividad conjunta de esos tres servía para quitarme la carga de esos días. A quien más extraño es a Luisa, a veces quiero pensar que la esfera nocturna que han visto flotando en los pasillos del Gargas, son las mil noches de este lugar en donde lo mejor de nuestros tiempos habitan y siguen ahí, ignorantes de su condición fantasmal, su propia fiesta.

En fin, larga vida al GARGAS.


GARGANTUA 20 AÑOS / Joao Quiroz

 

¿Cuántas cosas podría decir a cerca del Gargantúa Espacio Cultural? Probablemente podríamos pasar otros veinte años platicando las historias de cada aventura vivida en ese lugar vivo, empecé a escribir esta carta de felicitación al menos 15 veces, es raro no saber por dónde empezar cuando hay tanto que decir. Quizá un feliz veinte aniversario sería conveniente, pero con la situación que vivimos en el mundo, así como feliz feliz, pues, tampoco…. pero de que celebramos la terquedad y la lucha y el aguante de toda la gente que ha dirigido y trabajado en “nuestro nidito”, por supuesto que lo celebramos

Quizá más que celebrar podríamos honrar la supervivencia,  quizá aplaudir a la familia que lo hizo y sigue haciendo posible, a cada una de las personas que nos han aguantado y servido y aguantado y servido y aguantado muchas veces más…  por cierto, hablando de historias, alguna vez también estuve sirviendo tragos en Gargantúa, dos o tres veces en los primeros años, fue genial, también improvisamos teatro, hicimos música, pintamos, lloramos, reímos, besamos, bailamos… bueno, muchos inolvidables verbos más

Decía yo a cerca de este lugar vivo porque así lo percibo, vivo, en cada una de sus “estaciones” ha sido tan diferente y evolucionando pero siempre con esa esencia maravillosa de tertulia y contestaduría que tantas veces nos unió y separó… tanta gente, tantos siglos, tantos mundos, tan pocos espacios culturales…

Tanta gente… muchos ya no están entre los físicos, pero vivos por supuesto que siguen, sólo un poco cada que los mencionamos, ¡chin! ya me puse cursi… se preguntarán ¿y las borracheras? ¿y los chismes? ¿las peleas? ¿las conquistas? ¿las separaciones? …nombre si seremos morbosos, ¿quién ganó la discusión? ¿quién sabía más sobre música, poesía, arte, economía, historia o quién presumió más conocimientos inservibles? ¿quién bebió de más? ¿quién quedó a deber? …o quizá no es por morbo o chisme, quizá nos da nostalgia, extrañamos y envejecemos, de cualquier manera, es porque queremos, querer del verbo: ¡te quiero un chingo cabrón!

Me acordé de Silvio Rodriguez y playa Girón, ¿qué tipo de adjetivos se deben usar? (.… ) Escribir no se me dio (entre tantas otras cosas), pero brindar sí y aprovechándome de Silvio, pero mejor aun, porque Gargantúa sigue vivo y todos y todas somos parte y seguiremos siendo, he de decir: sigamos escribiendo pues la historia, nuestra historia… alcemos copas… ¡chin! otra vez cursi, les dije que escribir no se me daba, pero… por los primeros 20 y todos los años que siguen ¡Salud! (brindar sí sé)

Gracias Gargantúa, hoy, desde otro país te felicita  tu querido Joao, porque sí me quieres ¿verdad?  yo te quiero mucho, del verbo: ¡te quiero un chingo cabrón!

 

P.D. No quería mencionar nombres pero a la gente que quieres y admiras no hay qué perder la ocasión de decírselo, perdón a todos los que no menciono (son muchos), gracias de verdad, mis respetos, admiración y cariño a María Belmonte, Xavier, Anuar, Aldo, María Santiago, Leo… un abrazo enorme.

 

 

 


GARGANTUA, 20 AÑOS / Jaime Arreola

 

Desde que nació Gargantúa en el año 2001, he sido un asiduo visitante y participante. Cientos de eventos culturales y artísticos memorables han pasado por ahí. Sus muros, pisos y techos guardan recuerdos inolvidables. Escritores, músicos, artistas visuales, conferencistas, teatristas, activistas sociales, políticos, dancistas, cinéfilos, performancistas, científicos, catedráticos, se han dado cita ahí y llenado sus días y noches. El arte, el pensamiento, la fraternidad y la diversidad humana se han dado abrazos en este espacio plural, que siempre ha estado abierto a todas las manifestaciones ideológicas.

La resiliencia y la resistencia han sido sus motores de vida a través de estos 20 años en estos tiempos tan difíciles que hemos vivido y que estamos viviendo. Pocos lugares tienen esta atmósfera bohemia y ecléctica. Es un oasis en medio del desierto urbano.

En lo personal, he participado en innumerables ocasiones compartiendo la música y la palabra, solo o en complicidad con colegas, amigos y amigas. Agradezco con el corazón que se me haya dado la oportunidad de hacerlo.

Hago un reconocimiento a la gente que ha estado al frente de Gargantúa, como Xavier, María, María Santiago, Anwar, Aldo y Leonardo, así como a los colaboradores y a las colaboradoras que han estado ahí.

¡Larga vida a Gargantúa, que veinte años no es nada!

03 de agosto 2021

 

 


LARGA VIDA / Libertad Alcántara

 

Conocí el gargas después de unos meses de vivir en Monterrey y tras conocer la versión de la ciudad que los lugares cerca del Tec o Centrito pueden aportar. Llegué con la sensación de lejanía a la que ya me había acostumbrado y me fui sintiéndome parte, al fin un lugar donde me podía reconocer. 

El Gargantúa ha sido un Espacio Casa, un lugar-descanso. Lo siento propio y me siento parte, estoy segura que habemos muchas, muches y muchos que compartimos este sentimiento. El cariño acompañado de resistencia se siente en el trato, nunca eres un extraño. Ese es el amor que genera comunidad, que hace que el lugar prevalezca y haga cultura.

El Gargas me enseñó ese otro lado de la ciudad, ese que necesitaba y me motivó a quedarme. Mil gracias por todo el apoyo y calidez. Hoy me siento muy honrada de haberles conocido.

¡Larga vida al gargas! 

Libertad. [Alcántara]

 

 

 


20 AÑOS/ Luis Frías Leal

 

Ven, vamos.

¿Paso por ti o nos vemos ahí? Alguna vez fui y abrían desde medio día, años después de conocer a Xavier en la Casa de la cultura, en esa ocasión él se llamaba Simone de Beauvoir, el teatro se convirtió performático. Mi papá me dejó ahí tal cual padre responsable que lleva a sus hijos a la preparatoria, hicimos guerrilla y hasta partidos políticos, pero no hay padre que quiera juntarse donde sus hijos, pues es como tomar con su doppelganger. El primer año era un club, una barra, una membresía, una unión, una logia. Yo fui al segundo, Iggy Pop (Anuar), me dio mucha cerveza y cosas que fumar. Corrimos entre la hierba crecida de un patio que parecía chico, que años después pocas personas han logrado, o logran llenar, pero llenarlo siempre depende de una capacidad de dialogo.

No llegaste y me pasé la tarde hablando con Janis Joplin o María (madre), Neko Case que es María (hija), con Paul McCartney que es Aldo, ahora Araiza es Paul Auster, Pechant es Mahler y Satie, Leo es Frank Zappa, con Tagore que es Aristeo, con Hermes o Lazcano, con Bob Marley o Luis Lauro, el Zapo que simplemente es asqueroso (y no por sapo), con Ray que no es Felipe Ehrenberg, pero quizás un Van Gogh, con Isa que es Joan Báez, con Jorge que es John Henry, con Fito Páez que es Luisa, aunque a veces se porte como Sabina. Pancho es Rimbaud, pero esta es muy mala estrategia, no podría terminar de nombrar a todos. No podría ni nombrar los días que he sido otros yo, como la vez que fui Valenzuela con La Fura del Baus. La cosa es que esa tarde de hace unos 8 años hablé con todos ellos y no tengo nada que esconder. Me hace más valiente. Al final llegaron Julio y Nico y me hicieron mejor de lo que pude ser. No importa que muchas noches acabaran en el Huateque o la Carreta o casa de Carlos, todas las noches se catalizan en el Gargas.

Me dejaron hacer una expo inocente, por buena onda. Yo quería decir todo lo que sentía e intento aún aprender. A la semana, hicimos una colectiva, Hibrido diseño, quizás mi primera instalación, no era el dibujo o la pintura, no era yo ni Marco, Tadeo, Evar, era lo que podíamos hacer juntos. Poco después me dieron la primera exposición de aniversario, convoqué a una pieza colectiva a la que solo Beto Pérez contesto, la Apropiación electromagnética. Alan y yo hicimos el 14 aniversario, la gran Deriva, movimos mesas y tratamos de inducir otros flujos en el bar, no nuestros, sino más parecidos a los deseos que tenemos todos los que tenemos más años ahí. La convivencia.

Una vez un wey me sacó una pistola en el Gargas, María y yo discutimos después porque aún así lo corrimos, ahí conocí a mi primera esposa y a mi gran amor. Llevo a mis amigos semióticos y los que no lo son, a mis alumnos más inteligentes que yo, he ido borracho y sobrio, he salido volando y cantando (muchas veces canciones melancólicas porque me ponen feliz). Ahí tocamos los Evil City Nights una vez a la semana por cuatro años, luego una vez al mes, ahí inventamos el Tradicional concierto de fin de año, que la primera vez se llamaba igual, y llamarlo así me enseñó literatura, y aunque nunca fue en fin de año, lo hicimos 5 años, regalábamos vino, pero iban a vernos porque éramos salvajes. Ahí conocimos a Aquellos y Cangrejo, ahí he tenido que decirles a amigos lo que nadie les dirá, me han convocado a duelos, me he quedado callado, he perdido las ganas de tener razón, y hasta me he quedado dormido. Ahí nos vemos David y yo cuando estamos muy tristes o cuando sentimos que lo entendemos todo, ahí conocimos a Norma que es una nueva poeta punk, adulta. Ahí aprendí a leer la mano, ahí me he dejado agarrar todas las veces que he tenido que dejar de tener miedo. Hace tres años, para este momento, lo más seguro es que Aldo me estaría regalando una cerveza para recordarme pagar mi cuenta, me pondría Leonard Cohen diciendo que compartimos iniciales. Me daría un chocolate y me preguntaría si puedo manejar. Yo le contestaría que voy a casa de Diana y seguro acabaría ya sin carro en algún otro lugar.

En el Gargas alguna vez hemos debatido si hay algo nuevo bajo el sol. Yo siempre siento que sí, pero muchas veces solo he vuelto para contar lo que viví en el día, y ver otra gente. Es mi bar de barrio, aunque me queda lejos, cuando viví en Warsovia, arriba de la Resurrección, el bar que estaba debajo de mi casa, bauticé Gargantúa. Es mi categoría. Cuando estoy muy contento o muy triste, cuando estoy muy ideal o normal, solo tengo que llegar ahí, seguramente acabemos platicando y nos queramos mucho, y sigamos yendo para vernos ahí. En crossover sincrético de rock y electrónica, teatro y performance, política y periodismo, agua de boca y despedidas, sucias y limpias. Disculpa, no vine en tres meses, estaba en CDMX, te pensé todos los días, golpe a golpe, verso a beso, cerveza a cerveza.

Ven, vamos, te va a gustar, puedo hasta no ir yo, pero estoy seguro que todo lo que quieres de ti, será estimulado ahí. Una tarde se llenará de colorines tu mano, y por más mágico, sabrás exactamente que es momento de pedir otra chela y compartir.

Voy por el año que me falta,

¡Feliz cumpleaños familia Gargantúa!

Luis Frías

@luisfríasleal

 

 


PRIMERA CASA / Juan Castañon

 

El Gargantúa es como mi primera casa, hace 14 años toqué por primera vez ahí.

El apoyo que María, Javier y Aldo brindaban daba seguridad y respeto por el trabajo de los artistas, valores difíciles de encontrar en una ciudad como Monterrey. Tanta emoción guardada en los recuerdos del Gargantúa, tantos conciertos, experimentos y anécdotas. No podría agradecer más, creo que lo poco o mucho que he podido imaginar se debe a ese periodo, para mí de gestación.

Que se puede decir de un espacio tan importante para las culturas, las propuestas y el intercambio de ideas, un recinto que atesora el encuentro cotidiano y el andar de personajes de tremendo valor histórico y humano en Monterrey.

El Gargantúa propone otro ritmo, otro tiempo, el encuentro verdadero de personas en una era virtual. ¡¡¡¡Larga Vida!!!!

Juan Castañón

Músico

 

 


PRIMERA VISITA / Carlos Edelmiro

 

Tenía 17 años la primera vez que visité el Gargantúa. Junto con otros amigos (mayores de edad) habíamos estado buscando un lugar para tocar nuestra música, pero por ser menor de edad ningún lugar nos había permitido hacer el concierto. Recuerdo esa primera reunión con María Belmonte. Ella me dijo que me dejaría tocar pero que no me venderían alcohol. Nos emocionó mucho que por fin nos dejaran tocar en un sitio que no fuera nuestras casas, creo que incluso el día del concierto alcance a tomarme una cheve en el coche de algún amigo. Ese día le regalé mi primer disco a María.

A los meses, ya con 18 años, volví al Gargas porque me había gustado y quería enterarme de que más sucedía ahí. Le regalé mi segundo disco a María y para la 3era vez que nos vimos, me dijo que sentía que con este disco ya estaba encontrando mis sonidos y me presentó a Juan Castañon y Bruno Angeloni. Gracias a ellos 2 conocí la impro libre y aunque yo me sentía muy por debajo de sus habilidades me dieron la oportunidad de tocar junto a ellos en algunos conciertos.

Comencé a ir al Gargas como si fuera mi segunda casa. Eran épocas de Jorge (QEPD) como bartender. Cada vez que nos veíamos intercambiabamos CDs de todo tipo. Yo en ese tiempo compraba discos usados en MusicLab y Jorge me dejaba ponerlos, aunque a veces se quejaran los otros clientes.

Una de las cosas que más me gustaba de cuando estaba morro, es que para mí el Gargas, era el único lugar donde podía platicar con personas mucho mayores que yo y que me trataran como un igual.

Han pasado casi 17 años desde esa primera visita y al escribir esto me da nostalgia pensar en cómo el Gargas me ha visto crecer. En Gargas no solo he conocido a personas que se han vuelto mis íntimos amigos, sino que también siempre me he sentido arropado y querido.

 

Maria Belmonte, muchas gracias por ese apoyo que siempre he sentido de tu parte.

Aldo y Maria, muchas gracias por cuidarme y hacerme sentir parte de la familia.

 

¡Leo, te quiero, cabrón!

¡Feliz XX aniversario y que vengan muchos más!!!

 

 


REDUCTO / Gildardo González

 

Nuestro último reducto underground y acaso el más placentero para estar siempre al lado de la música y de los amigos: cosas indisociables para el buen vivir. Gargantúa es ese espacio que acoge a todos de manera familiar, disfrutamos tanto estar ahí, pinchar discos y programar eventos siempre es posible, no importa qué hora sea, siempre habrá algo para compartir. Desde entonces y hasta ahora, los seguimos queriendo tanto.

 

 


UN LUGAR PARA ENCONTRARSE… / Antonio García Loera

 

Los albores de un nuevo milenio fueron un punto de inflexión en mi vida, un reencuentro con Monterrey y sus fantasías llegaron a mi cotidiano después de algunos años fuera de la cultura y contra cultura mexicana. A mi retorno constaté que la pérdida de referencias sociales es una fría sensación cuando se experimenta en la ciudad que te vio nacer y es fácil sentirse extranjero cuando intentas buscar lo que ya no eres. 

Al recorrer las calles de Monterrey observaba la soledad de la muchedumbre; la sociedad regiomontana era una gran masa de personas dispuesta a permanecer solas en compañía de sus amistades, los bares de Monterrey eran para estar de acuerdo, el intercambio libre de opiniones y la riqueza de la multiculturalidad era aspectos  tabús en las veladas regias.

Un día a finales del año 2002 hastiado de la soledad de los puntos de reunión multivisitados de la zona metropolitana, decido explorar nuevas áreas, y alejándome del Barrio Antiguo,  llego por nostalgia a la esquina de Carlos Salazar y Escobedo, en dicha esquina existió la oficialía de registro civil que un buen número de ocasiones visité para tramitar mis actas de nacimiento. Por suerte un discreto anuncio a la entrada de un estrecho pasillo llamó mi atención.

Al entrar por el pasillo y atravesar la cortina de chaquiras tuve una cálida referencia a los squatte-bar que años atrás solía frecuentar, el lugar tenía carácter propio sus paredes de adobe daban fe de tiempos pasados y su piso multicolor me hacía pensar acerca de cuantos y quienes habían pisado esa casa en el siglo pasado. Aún recuerdo que había 3 personas detrás de la barra, esas 3 personas esbozaron de manera espontánea sonrisas, me acomodé a un lado de la barra y después de ese momento la magia sucedió, esa noche supe que me había encontrado.

Gracias Aldo, Jorge y Jackie

 


 

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