Hay ladrones a los que no se castiga, pero que roban lo más preciado: El Tiempo.

Napoleón Bonaparte

 

"¿Existe algún conocimiento en el mundo tan firme y seguro, que ningún hombre razonable pueda ponerlo en duda?" Esta pregunta tan obvia, formulada por Bertrand Russell hace 100 años, se aplica particularmente al tiempo. ¿Qué es el tiempo? Cuán difícil definir una entelequia. De Aristóteles a San Agustín, de Kant a Bergson, de Plank a Einstein, de Heidegger a Hawkins, torrentes de tinta se han escrito sin poder concluir en forma clara y entendible una definición universalmente aceptada. Cronos en la mitología griega es el primero de todos los dioses que al igual crea orden del caos y como Saturno se comió a sus propios hijos. Devorar el tiempo es la metáfora resultante y los primeros mitos y religiones le obsequian al hombre la filosofía de la eternidad o de la vida después de la vida como contraprestación de lo efímero de su existencia. El filosofo alemán Martín Heidegger nos dice del tiempo: "persiste solamente como una consecuencia de los acontecimientos que ocurren en él". En la cosmogonía Náhuatl, Cahuitl, el nombre que se le da al tiempo, se define como "lo que nos va dejando". En este ensayo, he acuñado el neologismo cronoclasia para significar la destrucción del mismo. Samuel Beckett en su obra quinta esencial Esperando a Godot hace una representación metafórica del tiempo fútil, es decir de la existencia como la inacción, como la nada, excepto el paso del tiempo.

 

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